En los últimos años, la globalización inspirada en las políticas de ajuste neoliberales se ha traducido en una transferencia constante de riqueza del trabajo al capital, de las periferias al centro y de los grupos de población más pobres a los más favorecidos, según informes fiables sobre la distribución de la renta y la riqueza.3
Teniendo en cuenta todas las consideraciones, es sorprendente que las políticas económicas aplicadas en los últimos años, a veces impuestas sin excusa por los organismos internacionales, se hayan basado en medidas (principalmente el control radical de la inflación y los déficits presupuestarios) que no tienen suficiente apoyo teórico o empírico en la literatura cuando se presentan fuera de la simple retórica.
Todo ello permite sospechar que la política económica no se lleva a cabo en base a criterios objetivos o intereses neutrales, sino desde una conflictividad social muy importante y en un contexto de gran desigualdad, de manera que sólo los sujetos e instituciones más poderosos pueden influir en los gobiernos para que adopten las políticas que más les interesan. Estos actores lo hacen para que las políticas económicas aplicadas sean las que mejor salvaguarden sus intereses económicos, financieros y políticos.
Por lo tanto, hay que entender el funcionamiento de esta ciencia económica más conservadora, la que cuenta con el beneplácito del statu quo, con poderosos medios de difusión y la que reduce las sociedades al campo de la individualidad y del comportamiento racional es, de hecho, exclusivamente en interés del beneficio empresarial. Es urgente entender que detrás de cada decisión de política económica hay un interés particular defendiendo cada elección.
