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¿Qué es una crisis? Una crisis es un concepto que en términos generales se refiere a una  perturbación grave, y en economía no es diferente. Las crisis económicas son aquellos momentos en  los que, por una gran variedad de razones, las variables económicas se desestabilizan. 

¿Cómo identificar una crisis? Los indicadores más comunes de una crisis son los desequilibrios  económicos que se manifiestan como niveles crecientes de desempleo, inflación, inactividad  empresarial, pobreza, etc. En este sentido, las crisis pueden producirse como un momento natural  del ciclo económico; o pueden ser la consecuencia de choques específicos, más comúnmente en las  últimas décadas como producto de la dinámica económica globalizada.  

¿Cómo gestionar una crisis económica? 

En estas situaciones, cuando los desequilibrios llegan a producir una crisis en una economía, las  políticas públicas tienen la responsabilidad de estabilizar el crecimiento económico de los países.  Cómo hacerlo de la mejor manera es la pregunta que se hacen los economistas y los responsables  políticos y, como es fácil imaginar, las fórmulas de actuación no siempre son las mismas. Cada  escuela de teoría económica formula hipótesis diferentes y, por tanto, conclusiones y  recomendaciones prácticas distintas.  

Los dos modelos de referencia general en economía son la escuela neoclásica por un lado y la  keynesiana por otro. Para hacer frente a los desequilibrios económicos las recomendaciones de los  dos modelos y la política económica sugerida serían diferentes debido a que parten de supuestos  distintos sobre el funcionamiento de la economía1.

La política económica de la escuela neoclásica rechaza el empleo de incentivos para aumentar el  gasto público -o, en términos económicos, “el incentivo sobre la demanda agregada que gestiona  principalmente la política fiscal”-. Esto se debe a que esta escuela considera que el gasto público  

produciría un aumento de los precios, ya que supone que la economía está siempre en su nivel de  pleno empleo -y, por tanto, la oferta no podría aumentar-.  Según la teoría neoclásica, las  situaciones de desequilibrio se rectifican por la flexibilidad de los precios y por los mecanismos  automáticos del mercado.  

Por el contrario, para los keynesianos, el principal instrumento con el que intervenir en la economía  es efectivamente la política fiscal. Esto se debe a que es el instrumento más eficaz para las medidas  anticíclicas, ya que incide directamente en la demanda agregada. Las variaciones en el gasto público  (mediante la concesión de subsidios, la baja de impuestos, etc.) conducen a un aumento de la renta  de las personas, lo que se considera que lleva seguramente a un aumento del consumo. El aumento  de las expectativas conduce a un nuevo aumento de la inversión. Esta serie de reacciones en cadena  

se producen de manera que, al final, los aumentos de la renta y del PIB son mayores que los  generados inicialmente por el gasto público, debido a lo que los keynesianos llaman “efecto  multiplicador”. Por lo tanto, gestionando la política fiscal y con ella, la demanda agregada, es como  este modelo sugiere generar los cambios necesarios para salir de un desequilibrio económico. 

¿Son esas las únicas escuelas/líneas de acción?  

La ciencia económica no constituye un cuerpo de conocimientos homogéneo y generalmente  aceptado. Las preocupaciones y las respuestas a los problemas económicos difieren según las  escuelas de pensamiento y, naturalmente, según la posición o el interés que explícita o  implícitamente asumen los economistas. Las dos líneas presentadas más arriba (neoclásica y  keynesiana) y bajo las que vamos a erigir este dossier, constituyen los puntos opuestos de un amplio  espectro que incluye otras escuelas económicas que se distribuyen más cerca de una u otra.  

Por ejemplo, la escuela monetarista (también conocida como escuela de Chicago) es una importante  corriente que criticó fuertemente el peso del Estado en la economía, así como el uso de mecanismos  fiscales como principal instrumento para hacer frente a los desequilibrios económicos. Liderada por  Milton Friedman, esta corriente anti-intervencionista apoyaba la lógica autónoma del mercado y una  política económica centrada en los instrumentos de política monetaria. Por tanto, se sitúa  claramente en el espectro junto a la corriente neoclásica.  

En el otro extremo del espectro, la economía post-keynesiana ha dado más fuerza a cuatro  elementos del análisis inicial de Keynes: la distribución de la renta, las instituciones financieras y los  sindicatos y empresas multinacionales. Según esta escuela, lógicamente más cercana a las teorías  keynesianas, en tiempos de crisis la política fiscal debe utilizarse para que el nivel de la demanda  agregada sea tal que garantice el pleno empleo. Hasta aquí se alinea con la posición original de  Keynes, pero difiere en que defiende el diseño de una combinación de políticas económicas que  combinen la política salarial con un sólido mecanismo de redistribución, y añade el reconocimiento  de la necesidad de una reducción y reestructuración del sistema financiero.  

Además de estas dos escuelas, y sin olvidar las raíces clásicas y marxistas, no han dejado de  proliferar corrientes alternativas que reclaman una lectura diferente de los problemas económicos.   Entre ellas podemos encontrar la escuela estructuralista, la escuela institucionalista, la economía ecológica y la perspectiva feminista. Todas estas vías se sitúan más cerca o más lejos de las opciones  políticas neoclásicas o keynesianas de gestión de la crisis en función de su similitud con las  anteriores, y serán objeto de nuestro capítulo sobre las teorías económicas. 

¿Por qué es importante entender cómo se gestionan las crisis?  

1) Para entender los diferentes intereses. Es importante tener en cuenta que estos dos modelos  opuestos (el neoclásico y el keynesiano, junto con los otros muchos que se encuentran en el  medio) responden a un debate que no sólo se refiere a diferentes teorías económicas, sino  también a ideologías y opciones políticas. Ni las ideologías ni las opciones políticas están ligadas  a intereses económicos concretos. Más bien, las ideologías y las opciones políticas están  directamente enmarcadas por los intereses de los diferentes grupos y su capacidad de poder.  Esto significa que la verdadera batalla es la de la redistribución: ¿quién soporta la carga de las  pérdidas en una crisis?  

Los impactos sobre los distintos sectores sociales podrían ser muy diferentes si, por ejemplo, las  políticas públicas optaran por estabilizar el crecimiento económico de los países mediante  medidas anticíclicas al tiempo que se utilizan instrumentos para proteger a los sectores más  vulnerables; o si, por el contrario, los gobiernos deciden dejar que el mercado arregle los  desequilibrios por sí mismo mientras rescatan a los bancos y acreedores financieros en quiebra.  Entender esto será útil para cualquiera que se preocupe por quién sale perjudicado y quién se  beneficia de las diferentes estrategias posibles. Al final, todas las medidas de política económica  están condicionadas por juicios de valor y supuestos ideológicos y, sobre todo, por el dominio de  unos u otros intereses en el sistema social. 

cartoonistgroup.com/ 

Grupo de escritores del Washington Post/  

Nick Anderson

 

2) Para recapitular lo que no hemos aprendido hasta ahora. En general, el enfoque global de la  educación formal (principalmente a través de los libros de texto) basa su respuesta al concepto  económico de crisis en el paradigma económico neoliberal.  El mercado es visto como el  instrumento básico de auto-equilibrio que contiene agentes racionales que buscan maximizar los  beneficios y los ingresos, fomentando un comportamiento individualista y utilitario.  

En este contexto, las crisis siempre tienden a explicarse de forma mecánica, enmarcadas en  diversos conceptos temáticos vinculados al crecimiento y los ciclos económicos, la  macroeconomía y la intervención del sector público, sin explicar las causas de las crisis ni el  punto de contacto con la realidad. Es decir, sin explorar los efectos directos que una u otra  estrategia de gestión de crisis puede tener en nuestra vida cotidiana, ni cuestionar quién se  beneficia y quién se perjudica en cada situación. Por ello, este dossier pretende desafiar ese  patrón de aprendizaje, esperando despertar la visión crítica del alumno sobre las diferentes  formas de afrontar los problemas económicos que existen en el mundo actual.  

3) Entender el pasado. A lo largo del siglo XX , la evidencia empírica retrata una evolución muy  inestable de las economías capitalistas a lo largo del tiempo, en la que las crisis económicas se  han producido de forma consistente y con mayor frecuencia. La Gran Depresión tras el crack de  1929, la crisis del petróleo de principios de los años 70 y la crisis financiera de 2008 son algunos  ejemplos de crisis económicas globales, aunque con diferentes desencadenantes (movimientos  de los tipos de interés, cambios en los costes de producción, explosión de burbujas financieras  especulativas). Además, cada una tuvo una duración temporal diferente.  

Una respuesta política conservadora fue lo que llegó a dominar la gestión de la economía  política de las crisis económicas desde la década de 1970. Las políticas centradas en la reducción  del déficit público, el recorte del gasto público, el control de los salarios y la devaluación de la  moneda nacional han constituido la base de los planes de austeridad aplicados en muchos países  europeos tras la crisis de 2008.  

La austeridad significa el cese o la reducción del gasto público. En definitiva, significa la retirada  del Estado como benefactor social que inyecta recursos en la economía. El problema es que  estas políticas de austeridad no han podido garantizar la estabilidad y el bienestar duraderos, ni  han evitado grandes problemas económicos, como el desempleo masivo, el despilfarro de  recursos, la pobreza y la desigualdad. Por lo tanto, cabe preguntarse hasta qué punto la  austeridad es la estrategia correcta a utilizar en una crisis.  

4) Para entender el futuro. Actualmente, mientras se elabora este dossier, se está produciendo un  inesperado y brusco cambio en el papel del Estado como consecuencia de la excepcional crisis  generada por el virus COVID-19. Los gobiernos de casi todos los países del mundo se han  enfrentado y siguen enfrentándose a difíciles equilibrios entre los retos sanitarios, económicos y  sociales que surgen como consecuencia de la pandemia. Muchos gobiernos nacionales y locales han reaccionado rápidamente para hacer frente a las consecuencias económicas y fiscales de la  crisis, y los países están gastando mucho más que en 2008-2009. Dos tercios de los países de la OCDE, por ejemplo, han adoptado medidas de apoyo a las finanzas de los gobiernos locales (OCDE, 2020).  

El uso de la inversión pública en todos los niveles de gobierno para apoyar una recuperación  COVID-19 en el tiempo representa un escenario completamente diferente al promulgado por los  defensores de la austeridad que apoyaban una reducción del gasto público y un objetivo de  inflación por encima de todo. Aunque todavía es demasiado pronto para comprender en  profundidad cómo se ha gestionado esta crisis y si la mayor presencia del Estado como inversor  en la economía ha llegado para quedarse, es alentador ver cómo en algunos países se están  vinculando los objetivos de la recuperación económica a los objetivos sociales y climáticos. 

KEYWORDS 

● Crisis 

● Política económica 

● Reglamento 

● Demanda agregada 

● Estado del Bienestar 

● Inversión pública 

● Neoliberalismo 

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