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Cuestionario 10 of 11

e. Respuesta anticíclica: cómo podrían ser los incentivos gubernamentales en la recuperación de la crisis

La principal política económica aplicada en varios países para gestionar la crisis ha seguido las políticas de austeridad descritas anteriormente. Sin embargo, hay algunos ejemplos de países que decidieron tomar una postura audaz al dejar de lado las medidas de austeridad más duras que sus acreedores europeos habían impuesto. En este contexto, la reciente experiencia de Portugal parece ser uno de los primeros ejemplos de este tipo de políticas económicas anti-cíclicas. 

Las secuelas de la crisis de 2008 encontraron a Portugal en su peor recesión en 40 años. Entre 2011 y 2014 decenas de miles de empresas quebraron, el desempleo se disparó por encima del 17% y cientos de miles de jóvenes cualificados emigraron, generando una pérdida de más del 4% de la población activa. En 2011, el Gobierno de Passos Coelho negoció con el FMI un rescate siguiendo el típico plan de austeridad de recortes en los servicios del Estado del bienestar, recorte de los costes laborales y de las pensiones y privatización de los activos públicos, medidas todas ellas que condujeron a un colapso de la demanda agregada. Antonio Costa, por entonces alcalde de Lisboa, señaló estas medidas como una sumisión a la agenda neoliberal que explotaba a la nación y expulsaba al capital, en lugar de atraerlo.   

Tras ser elegido primer ministro de Portugal en 2015, Anotonio Costa fue en contra de la norma al revertir las medidas de austeridad que habían afectado a la jornada laboral, las vacaciones y los impuestos, al tiempo que aumentaba el salario mínimo en un 20% en dos años. Curiosamente, esta  política se gestionó manteniendo el equilibrio del gasto público e incluso reduciendo el déficit fiscal. La política de Costa elevó los ingresos de la población mediante la reducción de los impuestos, especialmente para los salarios más bajos, lo que contribuyó a reactivar la economía nacional y, con ello, a aumentar la inversión pública y a reducir el desempleo, sin forzar las capacidades fiscales. En resumen, combinó la disciplina fiscal y la distribución de la renta.   

Sin embargo, mientras que para muchos esta respuesta anti-cíclica demostró que se puede superar la crisis sin destruir el empleo y el nivel de vida, para otros, Costa se limitó a introducir algunos cambios en la economía y tuvo la suerte de ser levantada por la recuperación general europea, la caída del precio del petróleo, el aumento de las exportaciones y el auge del turismo. Por ello, los críticos sostienen que la expansión de la demanda interna fue pequeña y se compensó en exceso con la mejora de la balanza de pagos, que permitió atender a la economía sin aumentar la necesidad de financiación externa. Además, la falta de un plan de inversión a largo plazo para el país destinado a aumentar la productividad y la fragilidad del sector bancario han suscitado cierta inquietud sobre la trayectoria futura del país.

Todavía es demasiado pronto para entender si este tipo de regresos de los instrumentos anti-cíclicos son medidas exitosas frente a una crisis. En el caso de Portugal, puede que el país se haya beneficiado simplemente de la mejora de su situación macroeconómica gracias a la recuperación de Europa. Sin embargo, la creencia subyacente del gobierno de Costas, a saber, que al reducir el desempleo y aumentar los ingresos de la población se refuerza la confianza, puede ser el comienzo de un nuevo cambio en la economía política mundial, ya que, según sus ideas, la confianza es un  gran motor de la recuperación económica.

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