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Cuestionario 3 of 11

c. Instrumentos para responder a los desequilibrios económicos: políticas fiscales y monetarias

El objetivo final de la política económica es intervenir en el desequilibrio general. Para tratar de alcanzar este objetivo, los dos principales instrumentos del Estado son sus políticas fiscal y monetaria. 

Política fiscal: es la intervención más relevante del Estado cuando se trata de influir en la demanda  agregada. Puede definirse como las políticas empleadas para equilibrar los ingresos y los gastos  públicos. El gasto público se define por la suma de: 

– Los gastos corrientes: los destinados a la retribución del personal al servicio del sector público, la adquisición de bienes y servicios, y las transferencias corrientes. 

– Inversiones públicas: aquellas con las que el sector público contribuye a la formación bruta  de capital en la economía o a la transferencia de recursos de capital a otros sectores.  – Gastos financieros: los destinados a satisfacer los intereses y la carga de la deuda pública. 

Naturalmente, el gasto público debe financiarse. Los ingresos públicos pueden reunirse de tres  maneras:  

– Con los ingresos procedentes de la venta de bienes y servicios producidos por las empresas públicas, 

– A través de medidas coercitivas (principalmente mediante impuestos),  

– Aumento de la deuda pública. 

Al gestionar las variaciones de los dos componentes de la política fiscal (ingresos y gastos), los gobiernos generan cambios en la actividad económica de diferentes maneras:

– La demanda agregada puede ampliarse aumentando el gasto público.

– La renta personal disponible puede aumentar -y con ella el consumo y la demanda agregada bajando los impuestos. 

– La inversión puede incentivarse mediante créditos fiscales o reduciendo la presión fiscal sobre los beneficios. 

Política monetaria: es el conjunto de intervenciones que realiza el Banco Central de un país para  influir en la cantidad existente de creación de dinero y contribuir así a la consecución de los objetivos generales que se han fijado. Los gobiernos controlan la política monetaria determinando los tipos de interés clave para estimular o frenar la creación de dinero en depósito de los bancos y, por tanto, la inversión y el consumo que permiten los préstamos. 

El punto de partida de la política monetaria es influir en la cantidad de dinero en circulación modificando los tipos de interés en el mercado monetario: cuando la oferta monetaria aumenta, el tipo de interés disminuye y viceversa. Las fluctuaciones de los tipos de interés influyen, por un lado, en la creación de dinero de los bancos (con tipos de interés bajos los bancos tienen más incentivos

para conceder préstamos) estimulando la economía real al aumentar la inversión o el consumo; y por otro lado, los tipos influyen en el comportamiento de los particulares (ya que los tipos de interés  bajos desalientan el ahorro del dinero de depósito ya existente) también con el fin de influir en la  economía real una vez más estimulando el consumo.  

De ambas maneras (influyendo directamente en el consumo, el ahorro y la inversión, o facilitando el  crédito), los cambios en los tipos de interés pueden afectar a la demanda agregada y, en consecuencia, al nivel de producción y de renta y empleo. Sin embargo, se considera que la política fiscal es la opción más directa, ya que interviene directamente en la economía real, mientras que la política monetaria interviene inicialmente en el mercado monetario y sólo después en la economía real, lo que da lugar a un impacto menos directo y, por tanto, menos eficaz en la economía. Además, la política monetaria se considera un instrumento menos directo, ya que la intención de estimular la economía bajando el tipo de interés para estimular al sector privado a pedir préstamos a sus bancos (que -seguramente- se utilizarían para la inversión y el consumo), deja la decisión en manos del sector privado, siempre algo incierta. Para las empresas y los hogares, el tipo de interés no es más que un factor entre otros que determina las opciones de gasto, y ni siquiera el más importante.  

La política fiscal, en cambio, crea directamente nuevo dinero que se gasta en la economía. Se transfiere directamente del gobierno a las cuentas bancarias del sector privado, listo para crear  demanda. No es necesario que el sector privado tome otras decisiones. Y, sobre todo, funciona  cuando el tipo de interés clave ya no puede ayudar a la situación (por ejemplo, cuando no puede ser  inferior a cero) y todo el sector privado actúa de forma pro-cíclica.

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