El comercio siempre ha sido la base de las relaciones económicas. La teoría económica clásica del comercio (modelo ricardiano de la ventaja absoluta y comparativa) explica que el comercio ofrece ganancias de bienestar y que los países que participan en el comercio internacional pueden obtener importantes beneficios de la cooperación. Según esta teoría comercial clásica, los países pueden construir su riqueza a través del comercio a largo plazo. La riqueza puede adquirirse si el país tiene una balanza comercial positiva, es decir, si las exportaciones del país son mayores que las importaciones (el país vende más bienes y servicios a los extranjeros que los que compra a los extranjeros). La teoría moderna del comercio se centra en los beneficios del comercio conseguidos a través de la especialización de la producción, la reducción de los precios y el acceso al mercado. Sin embargo, el factor crucial es que, a través de la innovación y los desbordamientos de conocimiento, el comercio permite el aumento de la productividad, que es una fuente básica de crecimiento económico.
El crecimiento de las exportaciones en el mundo y el aumento constante del comercio como parte de la economía mundial demuestran que el comercio se ha vuelto cada vez más importante. El crecimiento del comercio internacional se ha visto estimulado por la constante disminución de las barreras comerciales tras la Segunda Guerra Mundial. El modelo ricardiano de comercio internacional introduce el principio de la ventaja comparativa, que ayuda a comprender las razones que sustentan el comercio internacional. Este modelo explica, por ejemplo, cómo las naciones menos productivas pueden beneficiarse del libre comercio con sus vecinos más productivos.4
Adam Smith, en su libro La riqueza de las naciones (1776), afirmaba que la verdadera riqueza de un país consiste en los bienes y servicios de que disponen sus ciudadanos. Smith desarrolló la teoría de la ventaja absoluta, que sostiene que los distintos países pueden producir algunos bienes de forma más eficiente que otros, por lo que la eficiencia global puede aumentar mediante el libre comercio. Smith razonó que si el comercio no tuviera restricciones, cada país se especializaría en aquellos productos que le dieran una ventaja competitiva, que sería natural o adquirida. Un país podría entonces utilizar su exceso de producción especializada para comprar más importaciones de las que podría haber producido de otro modo.5 En 1817, David Ricardo amplió la teoría de la ventaja absoluta de Adam Smith para desarrollar la teoría de la ventaja comparativa. Razonó que todavía puede haber eficiencia global del comercio si un país se especializa en aquellos productos que puede producir más eficientemente que otros productos sin tener en cuenta la ventaja absoluta.
El modelo ricardiano de comercio supuso un verdadero avance. Hasta entonces, los recursos mundiales se consideraban limitados y estáticos. En consecuencia, el beneficio económico de un país se conseguía a costa de otro. Esta situación se denomina juego de suma cero. Sin embargo, David Ricardo demostró que el comercio internacional es un juego de suma positiva (situación en la que todos ganan). Cualquier país puede exportar los bienes en los que tiene mayor productividad relativa y, a cambio, recibir bienes cuya producción interna es más cara. Además, la exportación de una industria puede aumentar su productividad como resultado del aprendizaje práctico, las economías de escala u otros factores.6 Por lo tanto, la ventaja comparativa se vuelve dinámica y puede evolucionar debido al desarrollo económico del país. Significa que las ventajas relativas de los países cambian con el tiempo debido a los desbordamientos de conocimiento, las transferencias de tecnología o la acumulación de factores.
Desde entonces han aparecido otras teorías comerciales, pero la teoría de las ventajas comparativas sigue siendo válida como explicación sencilla de los resultados del comercio internacional de un país.7 Una nueva teoría del comercio incluyó los supuestos de las economías de escala, la diferenciación de productos y la competencia imperfecta en una teoría del comercio. En resumen, los rendimientos crecientes que se obtienen de la gran producción de bienes comercializables facilitan su venta en el extranjero a precios competitivos.8 La teoría de la gravedad también añade un contexto espacial, en el que la ubicación geográfica influye en el volumen del comercio, y el factor distancia limita el comercio. Sin embargo, la cantidad de beneficios que obtienen los países depende sobre todo de la naturaleza de la ventaja comparativa, que está relacionada con la productividad del sector. Los países producen y exportan una gran variedad de bienes, que difieren mucho por sus características y por su calidad. Por eso, si un país tiene éxito y logra un alto rendimiento en la exportación de algunos de estos bienes, lo más probable es que sea el resultado de su ventaja comparativa en su producción.