2.2 La lucha contra la desigualdad en tiempos de crisis climática
El primer capítulo mostró que las desigualdades de recursos, vitales y existenciales están estrechamente relacionadas con las emisiones de carbono. En otras palabras: La desigualdad es una cuestión social y ecológica. Mientras que los tipos de estado de bienestar tradicionales se han centrado (con todas sus diferencias) en las cuestiones sociales, los estados de bienestar del siglo XXI tienen que dar nuevas respuestas que integren la igualdad con los presupuestos de carbono. Hasta ahora, los logros sociales de los regímenes de bienestar se basaban en el uso de una parte insostenible de la biocapacidad mundial, a costa de otras regiones del mundo y de las generaciones futuras. Abordar la desigualdad en tiempos de crisis climática significa que la igualdad debe lograrse sin transgredir los límites del planeta en lo que respecta a la captación de carbono. Para limitar el calentamiento global a 1,5 grados (Acuerdo de París), las emisiones de gases de efecto invernadero tienen que reducirse en un 45% para 2030 (en comparación con 2010) y tienen que ser netas para 2050. Cómo se utiliza el presupuesto de carbono restante es una cuestión de igualdad. Hay modelos científicos que sostienen que la Tierra puede mantener recursos suficientes para satisfacer las necesidades de 10.000 millones de personas si se redujera drásticamente la desigualdad.43 ¿Debería permitirse a los superricos seguir viajando en avión por todo el mundo? ¿Debería permitirse a las personas que viven en la pobreza y la privación ampliar su cuota de emisiones, actualmente muy baja? ¿Y cómo se podría generalizar un buen nivel de vida para los hogares de bajos ingresos en Europa, reduciendo al mismo tiempo sus emisiones?
Para hacer frente a la crisis climática, emitir carbono será más caro. Sin embargo, el simple hecho de gravar los recursos tiene probablemente efectos sociales regresivos, ya que supone una carga especialmente pesada para los presupuestos familiares de las rentas más bajas.44 Por lo tanto, los estados de bienestar social-ecológico requieren algún tipo de medida de alivio redistributivo, como un pago anual de compensación para los grupos de ingresos más bajos. Esto demuestra: la lucha contra la desigualdad dentro de un país y la desigualdad global del carbono están conectadas.
Aunque las medidas monetarias, como un impuesto progresivo sobre la renta, las prestaciones por desempleo o las diferentes formas de subsidios, son importantes para un estado de bienestar socioecológico, no son suficientes para abordar la desigualdad, porque se centran principalmente en el individuo y sus ingresos. En tiempos de crisis climática es necesario un profundo cambio de perspectiva respecto a la igualdad: ¿qué tipo de infraestructuras e instituciones (que proporcionan el contexto para la vida cotidiana de las personas) permitirían a todos satisfacer sus necesidades con un bajo consumo de recursos? Un transporte público sostenible y un acceso asequible a la energía, el agua, la vivienda, la sanidad, los cuidados y la educación sostenibles contribuyen a limitar la importancia del dinero y el consumo en la satisfacción de las necesidades. Estas infraestructuras socio-ecológicas abarcan mucho de lo que los individuos no pueden permitirse con dinero: Desde la vegetación en la calle y las bibliotecas hasta las piscinas públicas.
Abordar el estado de bienestar socioecológico a través de las infraestructuras tiene ciertas ventajas sobre las medidas de política social basadas únicamente en las prestaciones económicas (que pueden aliviar eficazmente la necesidad existencial y reforzar la autodeterminación individual). Las infraestructuras socioecológicas asequibles pueden proporcionar seguridad, ofrecer espacio para estilos de vida individuales, reforzar la cohesión social y crear estructuras que ahorren recursos. En el siglo XXI la igualdad significa que un modo de vida ecológico no es un privilegio ni un signo de tener demasiado poco, sino que simplemente se convierte en una rutina, en una nueva normalidad. Por ejemplo, si el abastecimiento local funciona, la vida cotidiana puede organizarse sin necesidad de tener un coche, como ya es posible hoy en día en los barrios densamente edificados. En la periferia y en las zonas rurales, la inversión pública en infraestructuras socioecológicas sigue siendo necesaria para permitir nuevas prácticas cotidianas: Si hay conexiones ferroviarias cómodas para los viajeros, se puede prescindir de los desplazamientos en coche y pueden surgir nuevas rutinas que tengan un impacto sostenible. En última instancia, es una cuestión de deliberación democrática qué piso de protección social debe proporcionarse a todos a la luz de un presupuesto de carbono finito. Sin embargo, los datos muestran claramente que la reducción de las desigualdades es indispensable para que todas las personas dispongan de recursos suficientes para poder vivir bien en tiempos de objetivos climáticos.
