En el campo de la economía, la desigualdad se aborda principalmente desde una perspectiva monetaria, pero con considerables diferencias entre los enfoques teóricos. El enfoque neoclásico se basa en una visión individualista del mundo en la que la renta individual es el resultado de la productividad de un trabajador o propietario de capital, es decir, lo que añade al valor de mercado producido8. Varias escuelas de economía heterodoxa han criticado este enfoque y han llamado la atención sobre la importancia del poder estructural en los mercados de trabajo y el papel del gobierno en la distribución macroeconómica (keynesiana). Los economistas marxistas han argumentado que, de hecho, los trabajadores no son remunerados en función de su contribución, sino que generan una plusvalía que absorben los propietarios del capital. Los economistas feministas han hecho hincapié en la separación de género entre el trabajo reproductivo no remunerado y el “trabajo productivo” remunerado, lo que ha perpetuado la desigualdad económica entre géneros hasta la actualidad. Los economistas ecológicos han hecho hincapié en cómo el crecimiento de la productividad es en realidad el resultado de la apropiación no remunerada de la energía fósil y los recursos naturales y cómo parte de la construcción de la riqueza se basa en el traslado sistemático de los costes a otros lugares o a las generaciones futuras9.
Mientras que los enfoques económicos se centran principalmente en los ingresos y la riqueza, los enfoques socioeconómicos se interesan por una comprensión más amplia de la desigualdad en la sociedad. Arrojan luz sobre la relación de la desigualdad monetaria con las desigualdades socioculturales, ecológicas y políticas. Göran Therborn (2013) ofrece una útil distinción entre tres formas de desigualdad:
(1) Desigualdad de recursos, especialmente desigualdades monetarias, pero también desigualdades de carbono
(2) Desigualdades vitales, desigualdades en el estado de salud, especialmente diferencias en la esperanza de vida.
(3) La igualdad existencial, basada en la igualdad de oportunidades y de participación en un sentido amplio, es decir, la ausencia de discriminación, estigmatización y opresión como el racismo, el sexismo, el casticismo o la esclavitud.
La siguiente cita resume una perspectiva socioeconómica de la desigualdad. “La desigualdad, por tanto, no tiene que ver sólo con el tamaño de las carteras. Es un orden sociocultural, que (para la mayoría de nosotros) reduce nuestras capacidades para funcionar como seres humanos, nuestra salud, nuestra autoestima, nuestro sentido del yo, así como nuestros recursos para actuar y participar en este mundo”10. Esta perspectiva vincula la desigualdad con la cuestión de la pobreza: algunos sere
