Para valorar globalmente los cambios de enfoque que se han ido produciendo en la teoría económica y especialmente en lo que se refiere a las teorías del trabajo y del empleo, es importante tener en cuenta el conflictivo entorno social en el que se han producido. De hecho, la historia ha demostrado que los cambios de paradigma siempre se producen junto a importantes transformaciones económicas derivadas de los diferentes intereses de los distintos grupos sociales y a los que el análisis económico nunca puede ser ni ha sido ajeno.
En los últimos años se han producido transformaciones muy importantes en la naturaleza y la organización del trabajo y también en las condiciones económicas generales que influyen en él: se ha modificado casi radicalmente la base tecnológica, ha cambiado la naturaleza de los sistemas financieros y su relación con la economía real, se ha establecido un nuevo sistema de apropiación de derechos y diferentes regímenes de uso y movilidad de los recursos. El sistema de regulación y otras instituciones, convenciones y valores sociales que estructuran la sociedad y las relaciones económicas en general han cambiado. En cuanto al trabajo, han cambiado las condiciones de formación de la oferta y la demanda de trabajo, las pirámides de edad, la composición de la población activa e inactiva, los tiempos de trabajo, los niveles y las condiciones de formación, todo lo cual también ha cambiado.
Todos estos cambios son el resultado de diversos factores cuya combinación específica es diferente en cada territorio en función del conflicto social originado, y del grado de éxito o fracaso producido de los modelos de regulación e intervención anteriores. Pero lo que caracteriza a los enfoques actualmente dominantes no es precisamente el reconocimiento de estas diferencias sino la visión de una generalidad con la que se asumen sus principales postulados político-económicos.
El “consenso” básico que hoy domina el pensamiento económico, o lo que es lo mismo, la ortodoxia actual está bajo las ideas del “consenso de Washington” un modelo que prescribe a los países de la periferia una serie de propuestas que enuncian lo que las mayores potencias económicas y políticas ven que necesitan para ser económicamente aceptables. Estas propuestas se plasman en una serie de postulados que constituyen los referentes esenciales de la doctrina neoliberal:
- La necesidad de reducir al máximo la intervención distorsionadora del gobierno
- La estabilidad de precios debe ser el objetivo central de las políticas macroeconómicas
- La principal tarea del gobierno debe ser ahora hacer que los mercados funcionen tan libremente como sea posible, sin restricciones regulatorias.
En el caso singular de Europa, este consenso se ha materializado también en otro aspecto relevante desde el punto de vista del trabajo y el empleo. Dado que la unión monetaria se construye con grandes limitaciones a la movilidad del trabajo por muy diversas razones, el equilibrio debe lograrse a través de la flexibilidad de precios y salarios, lo que ha llevado a reforzar las estrategias de flexibilidad, especialmente en el mercado de trabajo, para promover estrategias fiscales competitivas y el progresivo desmantelamiento del Estado del Bienestar.
