La economía feminista es uno de los movimientos actuales de pluralismo en la economía que ha sido reconocido por la corriente principal de la profesión. Pone de relieve cuestiones que afectan a las mujeres y que tradicionalmente no han sido reconocidas en un campo dominado por los hombres. Además, trata de abrir un espacio para las mujeres en la disciplina, por razones de equidad y diversidad y porque significa que los temas de las mujeres tienen más posibilidades de ser considerados. Esta teoría argumenta con razón que la teoría económica presenta un sesgo histórico centrado en los hombres.
Las economistas feministas sostienen que las mujeres realizan una gran cantidad de trabajo no remunerado y que pasa desapercibido, pero que mantiene a flote la economía, la sociedad y las familias individuales. El trabajo doméstico no remunerado no se considera presente en el mercado laboral, además de que las expectativas de género que empujan a las mujeres a realizar determinadas tareas y ocupaciones, han colocado históricamente a las mujeres en posiciones que no han sido tan recompensadas como el trabajo de los hombres, tanto social como económicamente. Además, el trabajo no remunerado no se detiene en el hogar. El “trabajo emocional” que realizan las mujeres en el trabajo, ya que se espera que las mujeres realicen tareas menos importantes y de poca importancia que no hacen avanzar sus carreras, pero que son necesarias para mantener el lugar de trabajo. Estas tareas van desde el trabajo doméstico en la oficina -mantener el lugar ordenado, traer la comida- hasta levantar actas, apoyar a los demás, crear horarios y cosas por el estilo. Históricamente, las mujeres han realizado una gran cantidad de trabajo que resulta invisible para las convenciones sociales y financieras, y las teorías y escuelas económicas no lo han reconocido. La mejora de los datos y la incorporación de estos conceptos a las ideas de los economistas y de la sociedad sobre el “trabajo” supondrían un gran paso adelante.5
